«La mayor equivocación que se puede cometer en la vida es tener miedo a cometer equivocaciones.»
Albert Howard
La terapia de pareja es una herramienta con la que se cuenta para trabajar en caso de que se quieran mejorar aspectos de la relación sobre todo a nivel de comunicación, siendo a veces que aunque la cantidad de información sea suficiente, el modo y la calidad de la misma no son funcionales.
Se crean malentendidos, el estrés y la monotonía se cobran su precio si la pareja no logra sobreponerse y buscar los puntos de unión que les hizo elegirse y recrearse en la búsqueda de actividades en común.
Otras veces la terapia se torna terapia parental, es decir, hablar con un experto ayuda a los padres a seguir un camino más coherente y consistente a la hora de educar y poner límites a los hijos en las distintas etapas de su desarrollo.
En otras ocasiones el terapeuta será de utilidad para ayudar a la pareja a discernir si quieren seguir o no juntos. Y en caso de no querer proseguir con la relación, hacerlo en los términos más civilizados y con respeto posibles.
En muchas ocasiones uno de los miembros ya tiene decidida la separación pero no se anima a confrontar al otro, y mediante el terapeuta que funciona como mediador logra hacerse escuchar.
Los motivos de divorcio son variados, aunque la infidelidad de uno de los miembros es muy común. Esto ocasiona aún más resentimiento en la persona que no busca el divorcio quien se siente traicionada; y es a través de la batalla legal y financiera y poniendo a los hijos como escudos, donde se cobra la venganza y se crea una espiral de incomprensión y falta de dialogo entre las partes.
Una función muy importante del terapeuta es velar por los derechos y la seguridad de los hijos que suelen quedar entrampados en una guerra de lealtades entre los padres, y jugando un papel que no debiera corresponderles.
Es importante que los padres les den un mensaje claro donde el amor incondicional a los hijos no se quede solo en meras palabras sino que se exprese a través de actos, tales como mantener ciertas rutinas que se hacían por separado con cada uno de los hijos, dándoles el espacio para que puedan expresar sus sentimientos sin que tengan miedo a la reacción de un padre hacia el otro, sin temor a represalias.